–Pobreza. Programa que “blinde” recursos para abatir la pobreza extrema y evitar todo abuso o desvío en cualquier orden de gobierno.
–Salud. Alcanzar la cobertura universal.
–Educación. Lograr enseñanza de calidad para que México “supere el marasmo de los intereses y las inercias”.
–Finanzas públicas. Como “el futuro nos ha alcanzado”, sugiere una reforma profunda que implique un esfuerzo extraordinario de austeridad de la administración pública y de los distintos órdenes de gobierno, así como la simplificación de trámites fiscales e incremento de la recaudación.
–Energía. Una nueva generación de reformas que rescate la misión histórica de brindar energéticos de calidad y a precios competitivos a los mexicanos y una transformación de raíz de las empresas públicas para eliminar “privilegios, opacidad y corrupción”.
–Telecomunicaciones. Garantizar una mayor cobertura de los servicios, la convergencia de tecnologías disponibles y una “verdadera competencia” a fin de dar acceso a un mayor número de mexicanos a telefonía, Internet, radio, televisión y otros servicios.
–Laboral. Incrementar la productividad con “pleno respeto a la autonomía sindical, al derecho de huelga y a la contratación colectiva, que fortalezca la rendición de cuentas y los derechos de los trabajadores”.
–Regulación. Contar con una regulación “base cero” de la administración que permita derogar acuerdos, oficios, decretos o reglamentos no justificados.
–Seguridad. Profundizar y ampliar la lucha contra el crimen, fortalecer la autoridad de las instancias locales y discutir un nuevo modelo de organización policial.
–Política electoral. Aunque la anterior reforma corrigió “muchos vicios”, dejó algunas prácticas indebidas. Por ello es necesario revisar a fondo las reglas electorales para que política sea sinónimo de ciudadanía, lo mismo que el sistema político mexicano para que no sea instrumento de conflicto y parálisis, sino de rendición de cuentas y generación de acuerdos.
La Jornada
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